Tomamos tierra sobre un promontorio, venidos a más desde el más allá extraradio sideral. Años como puños dispuestos en la investigación prober_ta_vial, del como el ser humano se comporta, involuciona y eclosiona.
La primavera ha puesto en flor nuestro estado emocional. Buscamos los reflejos cegadores, el picoteo de la ira del sol sobre nuestra marchita piel... Y el mundo, no es que esté alterado por los efectos dementes de las estaciones, sino que es su estado natural: con más nervios que un bistec de pobre.
Mi hijo de 8 años es capaz de enumerar a cada uno de los líderes políticos y sus respectivos partidos; algo que era impensable en mi tierna infancia. Y eso que en mi casa ya hace tiempo que se le cerró las puertas a la política, los debates constantes y el exceso de noticiarios contaminados. No es que sea de aquellos que la eluden pasando olímpicamente, pero prefiero razonar sus inquietudes desde un punto de vista más natural y ético. Me niego a que la crispación y la política como única herramienta para defender ideas, invada mi intimidad.
Y en ese amotinamiento contra el asedio de campañas mediáticas, publicidad engañosa y demás artimañas para moldear nuestros hábitos. Yo, solo conozco la música y la cultura como único antídoto; eso, y la imaginación. Ese don natural que nos dio nuestra naturaleza soñadora, y que cada día de nuestra vida hay que abonar con una nueva aventura.
Enfundados en monos de gelatina fucsia bajamos loma abajo. El paraje coronado por una desplomada chimenea de una vieja bóbila, dejaba al descubierto los restos de los yacentes cadáveres. Asomaban sus cuerpos mutados. Habían desaparecido lo que llamábamos ojos. Y sus dedos índices sin carne, ya solo conservaban la falange digital con las que manejar mejor las pantallas táctiles de sus escacharrados celulares. Sin oídos, sin nariz, con los pies planos, un chip grabado en su triceps y en la frente, un objetivo Carl Zeiss avanzado.
Estupefactos tomamos muestras de piel mudada, de escamas y de cabello. Y cuando el silencio se hizo dueño de la instantánea, nos abordaron tríbus antaño urbanas, ahora, salvajes organizadas por estilos congéneres. Nos hicieron presos y nos arrastraron a las profundas cavernas donde se cocieron adobes, terracotas y tejas.
Los había de distintas estirpes y razas: Uno que rugía igual que Brian Johnson, otro que solo sabía expresarse con una especie de tartamudeo maquinal parecido al de las percusiones del Headhunter de Front 242, y un último que aullaba como la intro de Chuck Berry en Johnny B. Goode. Sus léxicas habían mutado hacia ritmos musicales ancestrales: sólos, bases, coletillas, estribillos y compases; esa era su único modo de expresión.
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No se si el hipotético futuro que nos espera se acercará a mis cíclicas pajas mentales. Pero entre tanto, déjenme por lo menos que recupere el sano vicio de imaginar.
Ya ven que estamos plantados ya en Junio como aquel que dice, y aquí todavía no hemos dado claros signos de vida. Eso sí, conciertos hemos visto muchos; no he escrito de otra cosa. Ni una mala novedad que echarse a la oreja; que cualquiera diría que vivo como un ermitaño. Ni un puñetero vino, películas, incisos ni mala pedrá que me peguen. Estoy perro sí, vaya si lo estoy. Llámale distraído o disperso, pero de golpe y porrazo y sin saber porqué, he perdido esa necesidad imperiosa de contar cosas y plasmarlas.
Vete tu a saber, igual la terapia -como decía yo cuando empecé en esto- ha llegado ya a su fin y estoy curado.
Mientras tanto y lo descubro, por si acaso, vamos a dejar constancia de que sigo ahí. Que sí, que este año hasta vuelvo a ir al Primavera Sound (cuando más asco dicen que da) y después de tres sin pisarlo.
Sigo escuchando y viendo cosas, sin la presión de devorarlas y contarlas, pero lo sigo haciendo. Ahora puede que las deje al relente para que les salga un poco de moho y se acomoden, que jiedan y se curen, y de paso que me curen también.
La lista #play ha salido larga de cojones, no es para menos; seis meses desde la última. Pero como viene siendo habitual en mi, esta vez escribiré sobre lo más mundano y a la vez mágico que yo considere: tres juguetes como tres disco/soles.
TROUBLE IN THE WIND_LEFTY
Un disco que se publicó un día después de mi 46 cumpleaños, parecía estar predestinado a encontrarnos en el camino. Esa cierta cara familiar que te cruzas sin saber de qué o del como la reconoces: Roy Orbison, Richard Hawley, Scarlet's Well o la gomosa tumbona que se balancea igual que los slides que decoran tan genial disco.
El cuarto disco de estos Clifornianos -y yo sin saber de ellos- como salvadores que te dan la mano en plena zozobra.
Justo cuando uno cree que el margen de sorpresa está totalmente extinto. En esta red de redes que tanto se parece ya al desierto de Mojave, donde casi todo se ve venir de lejos: Bien peinados, perfumados sin estridencias... y que queréis que os diga: tan faltos de imaginación por el vértigo al riesgo.
Pero mientras hay vida hay esperanza niños. Y todavía existen corrientes subterráneas hidrantes sanadoras. Oasis para abrevar y hundir la cabeza hasta las orejas en el sustrato.
Y si bien es cierto que TROUBLE IN THE WIND no han inventado nada que ya no lo esté. Los trece cortes que esconde su Lp “Lefty”, a mi, me parecen ambrosía pura. Segura y probablemente porque la voz de Robby Gira se quiebra igual que lo hicieran otros más poderosos, ejerciendo de eje en las composiciones de esta poco conocida banda.
La voz como otro instrumento más, recuerda inevitablemente a Roy y la homenajea en el corte 6 sin pudor: Rock&roll tapizado de folk americano con todas sus especias, perfumes y estética romántica de caramelo de canela.
Ese timbre cristalino que emociona recordándome a Emmer Tinley. El poso melancólico de “No Good”, que se adorna con la delicadeza del piano. O esos coros profundos y las guitarras deslizándose por el cuello de la botella, anunciándonos remitentes del calado de R. Hawley. En el despegue el Rythmblues de “Pumpkin Pie” que empuja vacilón y seductor hacia una ricura de sonidos tremenda.
Esta todo inventado y tocado; es cierto. Pero hace falta genio y química para que por fin se den todos y cada uno de los elementos en un disco -el cuarto- que los confirma.
Hay un ingrediente base que permanece desde sus tímidos inicios, el Countryfolk, y que hace de medio para ligar esta salsa balsámica y refrescante: Ahí está “Foxworthy”, “Pen and Page” o la tremenda “Good Stuff”.
Pero es esa primera impronta a Pop y a Rock aguerrido los que toman la iniciativa. Dando una sensación multidisciplinar y bastante más ambiciosa. A mi parecer hay, un puñado de canciones grandes como el infinito paisaje, y esa lujuria que se despierta como la luz primaveral, y son: “Let Me Get Down”, “Fire Away”, “Drawn to You”, “Indian Summer” y el telón que echa “Fresh Snow”. Cinco temazos que estallan como el maíz sobre los fogones.
Cinco genialidades que hacen de este disco, algo más que simple Popfolk revivalista. Arrejuntando a Tindersticks, a Neil Young, a Roy Orbison o la madre que los trajo. Consiguiendo con total naturalidad que suene a algo grande y expansivo.
Probablemente porque al margen del círculo vicioso musical que exploran, están ahí las grandes canciones. Las que mandan y hacen de éste, un disco especial; el más disfrutable que ha caído en mis manos este 2016.
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Nos maniataron durante quince días. Y devoraron nuestros trajes de gelatina ámbar fluorescente, con un ansia desconocida. Intentamos entablar una conversación lógica tarareándoles canciones en vano. Y solo fue en el momento preciso de mordisquear nuestros tobillos. Cuando el alarido de un camarada alertó con un quejío/melodía, que les detuvo igual que un silbido a un can. “Why!!” bramó: Esa ritual melodía de Junior Rocket Scientist perforó el alma de los nativos hasta la curcusilla; nuestra salvación...
JUNIOR ROCKET SCIENTIST_MU
Su música nos traspone sin remisión a Sonic Youth: un amago que se coge de inmediato al vuelo cuando suena de primeras “What you Want to”. Sin embargo esta joven banda de Idaho prefiere la comodidad melódica de la primera época de los neoyorkinos; dejando la experimentación en un plano muy secundario. Y que hace que su primera incursión de gala -un disco tan corto como denso- que absorbe desde los primeros compases.
Tiene esa primera impresión de guitarras desgarradoras y primarias. Pero creo que hay muchas cosas más, igual o más interesantes que el mero homenaje al noise postrockero. “Why” por ejemplo, descompone los juegos vocales de Britton Glenn en una especie de instrumento tribal y amargo. Sus canciones suenan a eso, a amargura, a oscuridad y a la misma sensación de recorrer territorios etéreos y poéticos, que tenía Ian Masters en Pale Saints. Y que me hace caer por activa, como las moscas en la melaza; no en vano, la banda de Leeds siempre fueron mis vigías en los 90.
Los bajos ondulosos que se desdoblan en “Passed On” son demoledores. Inquietantes las sensaciones de tensión amansadora que provocan sus atmosféricas canciones hechas fáciles y que tanto me recuerdan a “Babymaker” o a “True Coming Dream”.
No han necesitado pecar de ese exceso de pretenciosidad, básicamente porque sus ocho cortes rezuman calidad espontánea; de esa que conspira de espaldas a las modas impuestas. Ese evitar un shoegaze extenuado por la falta de imaginativa. Y revolver el fondo del cajón para rescatar Deserts Hearts, los primeros Mogway... algo de Postpunk, pero sin resultar demasiado obvios ni previsibles.
En “Brain Gates” hay un pop renaciente que florece tras esa funda de réquiem mecánico. Hay tics subconscientes de krautrock que aparecen conforme avanza el disco cuando suena “Nonvoid”. Y aunque “Passed On” se empeñe en rememorar la maldita estampa de Joy Division, es más esa sensación de decadencia que cualquier parecido con la banda de Manchester. Siempre quebrada con un noise repentino y agitador al tiempo de “Bean Blosson”.
El alarido escalofriante y final de “Boredom” y “++-” nos dejó a medio degüello. Con las venas a punto de abrirse a jirones, y los tendones a flor de piel.
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Vimos la muerte de cerca, cara a cara. Sentimos su aliento perfumado a fresa deshidratada y a estómago.
Nos tembló un poco el cuerpo en un hervor aterrador pero sumiso a la vez; quien nos iba a ver devorados como Chronos lo hiciera con sus bástagos.
Cuando los nativos dejaron de repente de celebrar el ritual MU, se hizo un silencio escabroso y nos clavaron su mirada como una daga. Dispuestos a merendarnos igual que una manada de adolescentes salidos de un confinamiento, no se tomaron la molestia ni de mancillarnos; muertos de gusto se muere mucho mejor.
Creyente como soy del final feliz y el “comieron perdices” invoqué al espíritu de blancanieves, mientras apuntalaba las fauces de un nativo: - Virgensita de mi vida que me quede como estoy. Que despierte del mal sueño, y de sudor empapado suspire aliviado.
De muerte o no, quien sabe si por el fuerte deseo de vivir como un cabrón si es menester. Sonó una melodía sin saber muy bien si era el paraíso o la luz del final del túnel.
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EERIE WANDA_HUM
Bajó desde el cielo Marica Tadic: esa dulzura bosnia afincada en Amsterdan. Susurrándonos cuanto te quiero amor al oído en forma de canción. Esa inocencia inmaculada que hace himno el Femme Fatale de Nico como bandera, y se extiende como un prado de amapolas en tu cerebro.
Un disco de POP mayúsculo con aires sixties; los justos, sin abrumar. Y que a fuerza de escuchas, lo que en un principio podría parecer una ñoñería soporífera y medio inerte. Se convierta en un estado de ánimo global e invasor.
Trece canciones que por mal que uno quiera creer, se escuchan del tirón dando un sentido global del trabajo en si, totalmente alucinógeno. Que ya sé lo complicado que es dedicarle media hora de nuestra vida a un disco, y no saltar de flor en flor buscando el hit; vagosoyshostia!! Sí amigos, e aquí la diferencia entre hacer que un estilo alcance el grado de hastío, a base de subrayar y remarcar hasta que el papel se descompone. O simplemente coger la canción como medio protagonista, y que el POP solo sea la vía por la que circula.
Sin señales ni limitaciones de velocidad, carreteras circumbalantes para ver el núcleo urbano solo de lejos; como una postal.
La timidez de su comienzo engaña. Si “Happy Hard Times” pudiera parecer a todas luces el típico y pansido tema pop que se repite una y otra vez.
He de admitir que su primera escucha me dejó como como quien quiere jamón, y le dan el desayuno en un hospital. Lo aparqué durante meses, y no fue hasta escuchar “Vinny”: un tema hacia el final que enaltece con ese toque easy listening la timidez de sus virtudes. Volver hasta el principio y ver que va creciendo en progresión cuando se llega a “New Armony”; puro caramelo primaveral. Que sí hijos de mis entretelas, que se vive tanto de montañas rusas como de columpios.
Las guitarras tintineantes de Bram Vervaet se balancean sobre el bajo juguetón, haciendo de “Volcano Lagoon” una miniatura deliciosa. Dos, tres minutos a lo sumo para dejar que todo ocurra como un distendido paseo por los jardines. El tema que da título al disco “Hum” podría ser sin ambages un Uhmmm de placer. Pop de quilates sin excesos ejecutado con precisión.
“To Dream Again” consigue ese efecto sorpresa que nos descubre un disco con mucha más chicha de la que parece. De ahí en adelante tenemos dos discos muy diferenciados; y no es que el inicio sea erróneo. Sino un preámbulo que da sentido a la obra, complementando “I Am Over Here” y la perezosa “Mirage” con el sentido global del disco.
Aunque lo lógico igual hubiera sido empezarlo desde el final como los periódicos. Cuando “The Reason”, “Working on the Field” o “Angel Air” sean las que alcancen el punto álgido hacia el final; lo que invita a volverlo a degustar.
Esa la difícil tarea de hacer Pop en estado puro, sin caer en el aburrimiento. Haciendo de su escucha algo la mar de entretenido.
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Fue así, como lo cuento. En una Native Land de nativos en estado verdadero de flotación, mientras “There aren't many Things” nos acunaba de arriba abajo hasta las profundidades. Como aquel vídeo concupiscente de Everything but the Girl en aquella “Well all's Well”.
Hubo paz, y hasta armonía. Flotamos todos al unísono en el espacio mientras sonaba la música largo y tendido. Y como veis, son 35 canciones finales las que han nutrido esta laboriosa selección.
En ella, un testimonio más o menos fiel de lo que he considerado “lo mejor hasta el momento de este 2016”. He tenido que descartar un buen puñado, y no es porque las considere indignas de esta hasta el momento única playlist del presente año. Pero lo que está claro, es que en esto de apilar canciones. La idea se trata de además de hacer una sesión disfrutable, amena y variada, subrayar aquello que me parece interesante y digno de darle una escucha; puro gusto personal sin más pretensiones.
Los tres discos comentados siguen la filosofía de este blog, de dar voz a aquellas joyitas de las que casi nadie suele hablar.
Podrían haber sido otros, desde luego. Pero creo y espero, que a lo largo de este año. Ahora que me he detenido a repasarlos con más tiempo, acaben reseñados -o no- en este pequeño diario personal. Esta semana entrante estaré ensimismado con el Primavera Sound; después de tres años en barbecho. Lo cual no quiere decir que me obceque en cronificarlo día a día. Porque creo sinceramente, que el disfrute está en dejar que las cosas ocurran sin forzarlas. Escribiendo o posponiendo; lo importante es vivir para contarlo.
Sería lo ideal, y eso significaría que por fin he vuelto ha recuperar las ganas por imaginar escribiendo, y de perderme en la maravillosa aventura de fabular con lo que me sucede cada día.
PD. Saludos y que disfruten de la selección (vía facebook, o por petición para los que pasan sanamente de estas perniciosas redes sociales)
00_rufus wainwright_unperfect actor sonnet23
00_underworld_if rah
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